Categoría: Sistemas de Información Sanitaria

Anatomía evolutiva de los sistemas de información clínica.

Los sistemas de información clínica tienen 50 años de historia, vinculados a la evolución de los sistemas de información -la informática- en general. Analizar su evolución permite entender como están construidos, sus posibilidades y limitaciones y sus retos.

Para entender la evolución de los sistemas informáticos hay que recordar que requieren de hardware y software. Sus desarrollos están interrelacionados evolucionando de manera conjunta: a mayor capacidad de cálculo, más funcionalidad puede desplegarse. Asimismo podríamos afirmar que la capacidad del software ha condicionado la evolución de la forma de relación (por ejemplo, los sistemas de pato) entre los distintos agentes que intervienen en el sistema sanitario (pacientes, proveedores, financiadores, aseguradores): del pago por acto a la transferencia de riesgo poblacional.

Cuando los hospitales empezaron a informatizarse en los años 1950 en Estados Unidos, el hardware disponible eran los llamados main frames, grandes máquinas que interactuaban con los usuarios a través de tarjetas perforadas. Solo las grandes instituciones, los hospitales, podían permitírselos y los utilizaban para la gestión financiera. La facturación se realizaba en base al pago por acto (fee-for-Service). Así los sistemas de información sanitaria tienen en su base un enfoque básicamente económico y financiero este origen sigue todavía presente en algunos de los sistemas que actualmente se están utilizando.

La segunda capa que se desarrolló fue la que permitía la agenda de los pacientes: los sistemas de citación y admisiones. Lógicamente estaban altamente vinculados a la generación de las facturas que se devengan por los actos médicos entendidos como los encuentros o episodios de atención, ya sean consultas o estancias de hospitalización. En España, esto se tradujo en la implantación del HIS de Hewlett Packard en los hospitales del Insalud en los años 1980, tardíamente en relación con los Estados Unidos.

La siguiente etapa en la evolución de los sistemas fue la creación de sistemas de información asociados a los llamados servicios de apoyo, como el laboratorio, la radiología y la farmacia. Estos sistemas fueron generalmente desarrollados por los fabricantes de equipos a los que daban servicio. 

Los sistemas de información de laboratorio, llamados LIS (Laboratory Information Systems) eran capaces de trazar las peticiones realizadas a los pacientes y devolver los resultados de las analíticas que los auto- analizadores empezaban a ser capaces de producir de una forma automática. Los Sistemas de radiología los RIS (Radiology Information System) en ese momento eran solo capaces de gestionar las agendas con las distintas pruebas en los distintos equipos (llamados modalidades). No tenían capacidad para el almacenaje ni mucho menos para el tratamiento de las imágenes, todavía analógicas en soporte físico de película. Los sistemas de almacenaje de imágenes radiológicas llamados PACS (picture archiving and communication system) no aparecieron hasta que fue posible contar con sistemas de radiología digitales o sistemas de digitalización de imágenes y almacenamiento a costes asequibles hasta principios de los años 90.  

Los sistemas de farmacia empezaron como un medio para asegurar la facturación de toda la medicación administrada a los pacientes (en un contexto de pago por acto) así como de apoyo al proceso logístico de aprovisionamiento y compra de medicación. 

El flujo de trabajo se basaba en un prescripción de una prueba complementaria o de medicación en papel, y generalmente a mano, que llegaba físicamente a los servicios destinatarios (laboratorio, radiología, farmacia), dónde la solicitud era introducida en el sistema y gestionada a partir de ahí.

La siguiente fase evolutiva se dio cuando fue posible poner a disposición de los clínicos en las distintas unidades de hospitalización “terminales” que permitían hacer las peticiones a los pacientes a pie de cama. Con ello se ganaba en inmediatez y se disminuían los errores de transcripción. Este sistema es el llamado CPOE (Computerized provider order entry) sistema de peticiones electrónicas. 

Raramente, estos sistemas de peticiones electrónicas, contaban con sistemas de ayuda a la decisión clínica. Sin embargo, el Dr Homer Warner ,considerado el padre de la informática médica, ya en 1968, en el hospital de los Santos de los Últimos Dias  (Salt Lake City, Nevada, Estados Unidos) presentó y empezó a utilizar el embrión de la primera historia clínica con capacidad para dar soporte a la decisión clínica. Llamado HELP (en inglés acrónimo de evaluación de la salud a través de procesamiento lógico), era capaz de proponer a los clínicos las pruebas complementarias más adecuadas en la presencia de unos determinados síntomas, estuvo en funcionamiento durante 40 años. 

Llegados a este momento de la evolución de los sistemas de información clínica, se produjeron dos grandes tendencias de desarrollo:  la llamada best of breed (“lo mejor de cada casa”) o los sistemas integrados. Esta dicotomía continúa hasta la actualidad y la facilidad para crear apps que el debate esté más vivo que nunca. 

El best of breed  es el resultado del desarrollo de sistemas específicos para cada uno de los servicios o departamentos a medida que se van incorporando a la digitalización y a la oferta de sistemas vinculados a equipos de diagnóstico por parte de los fabricantes (por ejemplo, endoscopia, espirometría..). Este enfoque hace que los sistemas disponibles sean más eficientes en relación con las necesidades concretas de los flujos de trabajo y orientados a la práctica clínica específica de la especialidad, pero difícilmente interoperables. El otro enfoque fue el de los sistemas integrados dónde lo que sé primaba era que fuese un único sistema transversal a través de todo el hospital, sobre la adaptación específica a cada uno de los servicios. 

Cómo es lógico la satisfacción de los profesionales implicados es mayor cuando disponen de sistemas a medida, pero es a costa de que la información del pacinte quede compartimentada y fluya difícilmente a través del continuo de la asistencial.  

La otra gran división que se produjo en este momento fue entre los desarrollos a medida para y por cada uno de los centros y la adquisición de soluciones estándar o off the shelf . Los primeros permitían dar respuesta a las necesidades específicas de cada organización, tanto en cuanto a la adaptación de flujos de trabajo como en ritmo de despliegue. Los segundos facilitaban unos tiempos de implantación más rápidos y poder contar con versiones actualizadas más fácilmente.

Solo los grandes sistemas hospitalarios eran capaces de financiar un sistema integrado mientras que la aparición de los ordenadores personales permitió el desarrollo mucho más sencillo de soluciones a medida departamentales pero que difícilmente eran escalables y mucho menos ínter operables. También se dieron situaciones intermedias, donde, a partir de un sistema de un fabricante, se hacían desarrollos a medida, que alejaban la solución del estándar original. En España esta situación es muy común. Ejemplos de ello son las distintas versiones de Selene ©, producto orignialmente estandar de Siemens, de ish.med © -producto vinculado a SAP- o del HIS © de Hewlett Packard, con múltiples versiones en varias autonomias. Este pasivo todavía se está arrastrando, y es uno de los mayores escollos en el objetivo de la interoperabilidad. 

La invención de los ordenadores personales (PC), con capacidad de proceso distribuida, la disponibilidad de interfaces de usuario más amigables, como el Windows © y la aparición de programas de tratamiento de textos como el WordPress o Word permitieron que se pudiese empezar utilizar los sistemas para registrar documentos clínicos en formato electrónico. La Historia clínica electrónica empezaba a contener documentos clínicos, con texto libre, más allá de las peticiones con informes y breves notas de evolución.  

Pero ¿Cómo se hacía eso compatible con una recogida de datos estructurada capaz de ser utilizados para ser procesados automáticamente, ya sea a nivel estadístico o para sistemas de ayuda a la decisión clínica? Con los formularios y los repositorios de datos clínicos (CDR Clinical data repository).

Este es otro debate sigue latente y pendiente, y es donde el rol del Chief Clinical Information Officer es fundamental. En muchos casos tiene sentido recoger los datos de una manera estructurada (en formularios y CDR) para su posterior análisis, mientras que otros lo relevante es la narrativa de la situación clínica descrita en un texto con formato más o menos libre. Por otro lado, existe la tentación de recoger el máximo datos posibles lo que genera una sobrecarga en los profesionales asistenciales. Finalmente existe el riesgo de que se suponga qué por qué una casilla ha sido validada, ese acto clínico ha sido efectivamente realizado, dando una falsa sensación de seguridad asistencial basada en la documentación de procesos y el cumplimiento de criterios de calidad. 

Sin lugar a duda la recogida estructurada de datos a permitió el desarrollo de los sistemas de ayuda a la decisión clínica a que son el siguiente paso en la evolución de la historia clínica electrónica. Estás sistemas de ayuda a la decisión clínica son básicamente sistemas de alerta y los llamados care sets o conjuntos de indicaciones. 

Al recoger los datos de forma estructurada en formularios o en peticionarios el sistema es capaz de hacer verificaciones comprobando por ejemplo de que una medicación o prueba complementaria no ha sido prescrita dos veces (duplicados) o que no ha sido prescrita a un paciente con una alergia registrada a ella.  También es posible señalar aquellos rangos de resultados fuera de la normalidad. La sofisticación (complejidad de las reglas lógicas) y amplitud (cantidad de variables que tienen en cuenta) de estas alertas depende en gran medida del diseño del sistema, y, sobre todo de su tecnología.

En estos momentos la principal preocupación no es tanto la generación de alertas sino la llamada fatiga de alertas, por exceso. Alertas que parecen lógicas en el momento del diseño pueden llegar a ser altamente intrusivas en la práctica asistencial si no se diseñan de una teniendo en cuenta la realidad del entorno asistencial donde se desplegarán, llegando a producir problemas no deseados como consecuencia de la propia informatización.  En el mundo anglosajón se habla del clinical risk management  (CRM) al esfuerzo sistemático para prevenir y minimizar en lo posible el impacto negativo de los sistemas de información clínica: primun non nocere. 

Vamos a ver un par de ejemplos. En el primero, tenemos un sistema que nos alerte cuándo unas las constantes vitales de un paciente exceden un determinado rango, por ejemplo la temperatura, para indicar que el paciente tenga fiebre. En principio, esto es deseable, pero ¿Qué sucede cuando la alerta se dispara justo en el momento que la enfermera está realizando un proceso complejo (como preparar una bomba de infusión de medicación cardiotónica)? La alerta, ¿puede suponer una distracción y facilitar un error en la administración de la medicación? Imaginemos esta situación en una unidad con pacientes críticos. En el mismo entorno, ¿pueden los clínicos confiar en que una alerta les advertirá, dejando en segundo término la observación de los pacientes (quizás por una sobre carga de trabajo)?  ¿Qué sucede si el monitor se desconectó inadvertidamente? ¿y si los datos, (por la presión asistencial), no son introducidos en el sistema en tiempo real, hacen que la alerta se active con horas de demora?

Como podemos ver se trata de situaciones complejas que requieren análisis no solo de las capacidades del sistema de información sino de múltiples aspectos como los flujos y cargas de trabajo, la infraestructura disponible (por ejemplo, ordenadores cerca del paciente), la capacidad de la red, la formación de los profesionales, etc.Una metodologia ampliamente usada para estos análisis es la que se resumen en People, Process, Technology , Environment (PPTE)

En este punto hemos visto cómo los datos pueden ser recogidos de dos grandes maneras: estructurados o no estructurados. Como hemos visto los datos estructurados presentan una serie de ventajas como su recogida de manera sistemática, reduciendo la variabilidad, y su explotación posterior. Por otro lado, los datos no estructurados permiten una narrativa más rica y acorde con la evolución de los pacientes y la tradición clínica, pero dificultan los análisis estadísticos y la utilización de sistemas de alerta y ayuda a la decisión clínica. 

Es cierto que en los últimos años se están desarrollando sistemas capaces de convertir textos no estructurados en estructurados a través del Procesado de Lenguaje Natural (Natural Language Processing NPL).  Pero estos sistemas aún requieren una capacidad de computación muy elevada, lo que hace que en la mayoría de los casos no sea posible su utilización en tiempo real.  Los ejemplos que vemos en el mercado actualmente (Savanamed, IOMED) permiten el análisis de datos a posteriori o, en el mejor de los casos de manera no síncrona. La tendencia es que será posible registrar los datos de manera no estructurada, directamente a través de la voz,  y que los propios sistemas sean capaces de convertirlos en datos estructurados de en tiempo real. La tecnología ya está disponible (sobre todo en inglés), pero es costosa y compleja. La compra de Nuance por Microsoft es una clara señal de ello.

Porque son necesarios los sistemas de información clínica (I).

Dando respuesta a la complejidad

Es un hecho que, actualmente, la atención Sanitaria es un trabajo de equipo, de un gran equipo. Un paciente que es ingresado por una afección aguda compleja, aun por unos pocos días, puede llegar a interactuar directa o indirectamente con más de doscientos profesionales: varios turnos de enfermería, varias especialidades médicas, fisioterapeutas y terapeutas ocupacionales, farmacéuticos, celadores, cocineros, personal de limpieza y mantenimiento, administrativos. La coordinación de este número ingente de personas alrededor del paciente requiere unos sistemas y procesos que permitan garantizar que todo profesional, en todo momento, tiene la información que requiere para la toma de las decisiones oportunas, de acuerdo con su ámbito profesional, respecto a la mejor actuación ante ese paciente concreto.

La variabilidad deseada es uno de los indicadores clave de la falta de calidad.  ¿Por qué los resultados son distintos ante situaciones similares? ¿Porque los pacientes que con la misma patología y las mismas comorbilidades, tienen una probabilidad de complicaciones o de morir o diferente dependiendo del día de la semana en qué ingresa? Atul Gawande en y The Check List Manifesto atribuye a dos grandes grupos de causas esta situación. En primer lugar, se debe la ignorancia que se produce cuando, como sociedad, no conocemos cuáles son las causas fundamentales (biológica, fisiológicas, etc.) que determinan una determinada situación y/o cómo enfrentarnos a ellas. Es la situación que se produjo cuando se detectaron los primeros casos de COVID: no se sabía cual era la mejor manera de tratarlo.

En contraposición, está la ineptitud, situación que se da cuando el conocimiento existe, pero la persona o equipo que debe aplicarlo en una circunstancia específica, no logran hacerlo. Las razones concretas pueden ser múltiples: desde la falta de formación, a la falta de equipamiento o la falta de información.  Esta segunda situación es mucho más frecuente de lo que deberíamos esperar y es la principal causa de la viabilidad en la práctica clínica. 

En un entorno de cultura de la seguridad la solución no está en la culpabilización de las personas concretas, si no en la creación de un entorno donde las personas implicadas puedan informar en todo momento, sin miedo a represalias, de lo que ha sucedido -o ha estado a punto de suceder- para buscar soluciones sistémicas. Este enfoque es el que ha permitido que la industria del transporte aéreo sea de las más seguras. 

Este reto no es fácil. Archivald Cochrane , en su libro Effectiviness and Efficiency, de 1972, ya demostró como se tardaban 17 años de media entre que se demuestra la efectividad de un tratamiento gracias a un ensayo clínico controlado hasta que se convierte en la práctica asistencial estándar (La administración de corticoesteroides para la prevención del distress respiratorio de los recien nacidos pre termino). Por desgracia esta situación sigue sucediendo, si bien es cierto que con la epidemia de COVID hemos podido comprobar cómo es posible que este período se reduzca a unos meses, como en el caso de la vacunación, aun con polémicas importantes.

Los sistemas de información Sanitaria son una parte fundamental de la respuesta respuesta a estos retos.

Qué es un sistema de información clínica 

Hay decenas de sistemas que son utilizados en las organizaciones sanitarias. Así mismo algunos sistemas utilizados fuera de ellas contienen información relevante en relación con la salud. 

Un sistema de información clínica es un sistema que utiliza ordenadores y está diseñado para recopilar, almacenar, manipular y poner a disposición información clínica importante en el proceso de atención. Se trata de un repositorio de datos como la historia de la enfermedad del paciente, datos biológicos (constantes, resultados de laboratorio, imágenes.) y las interacciones que ha tenido con los distintos proveedores de servicios sanitarios.

El sistema es capaz de ayudar a los clínicos y cuidadores a decidir cuál es la condición del paciente, cuáles son las opciones de tratamiento, prevención y actividades de promoción de la salud, así como di el estado en que se encuentren las distintas decisiones y acciones que sean que se están llevando a cabo en el proceso asistencia. 

Se trata, de un sistema con una naturaleza dual, como bien señala John Glaser. Por un lado, gestiona información (clínica y administrativa vinculada a la atención), por el otro, ayudar a gestionar flujos de trabajo generados por esa atención (medicación, pruebas diagnósticas, curas y cuidados).

Sin embargo, la interoperabilidad entre sistemas, los datos aportados por pacientes a través de app y wearables y la incorporación de sistemas de Inteligencia artificial, hacen que cada vez sea más difusa la separación entre niveles asistenciales y entre sistemas clínicos, construidos alrededor de la enfermedad, y aquellos orientados a la promoción de la salud. Esta evolución hace que la contribución de los sistemas de información clínico a la salud , considerada como el bienestar físico, mental y social, no solo la ausencia de enfermedad, tenga (declaración de Almata), si cabe, mayor vigencia. 

Existen dos campos muy relacionados pero que a efectos de desarrollo profesional y gestión son distintos.  Por un lado tenemos los Sistemas de Información Sanitaria y por otro la informática biomédica o Informática Sanitaria. Cómo podemos ver ambos contienen “informática” y “salud” en su definición. 

Informática biomédica o informática clínica es la rama de la ciencia de la informática que aplicas conocimientos a la medicina. Podemos decir que el foco está en la informática, en la ingeniería informática, que es capaz de proveer equipos dotados de software que ayudan a la atención sanitaria.  Es un campo de multidisciplinarios que ha puesto a disposición de los clínicos equipos de alta complejidad como la tomografía axial computarizada (TAC), la resonancia magnética (RMN), los secuenciadores de ADN y todos aquellos aparatos de medición de constantes vitales digitalizados. Su evolución actual se centra en la miniaturización para la creación de wearables o equipos “a pie de cama” (point of care) y en la aplicación de herramientas de inteligencia artificial que ayuden a la obtención e interpretación de los resultados. 

El segundo campo, y objeto de este documento, son los sistemas de información sanitaria.  El foco está en la aplicación de los sistemas de información y tecnologías de las comunicaciones en la prestación y organización de la atención sanitaria, la prevención y la promoción de la salud, como apoyo a las organizaciones proveedores de servicios, los clínicos, los pacientes y las poblaciones. Su foco está en la mejora de la calidad asistencial, la prevención de errores y la gestión eficiente de los recursos.  En general los sistemas de información sanitarios más utilizados son las llamadas historias clínicas electrónicas (Electronic Medical Record EMR o Electronic Health Record EHR).   Se utilizan también como sinónimo sistemas de información hospitalarios o HIS (Hospital Information System) – aunque actualmente esta denominación ya se considera desfasada – o más recientemente, las historias clínicas personales (Personal Health Record PHR) que incluyen información no solo de los episodios en que sea requerido atención asistencial en una dispositivo sanitario, como un hospital o un centro de atención primaria, sino también datos referentes a la salud de la persona, como los estilos de vida.

La interoperabilidad

La historia clínica sin paredes

La generalización de la historia clínica electrónica y la aparición de Internet convierten en una necesidad el poder compartir la información de los pacientes atendidos entre distintos centros: que el especialista del hospital vea la historia de la atención primaria y viceversa, que cuando nos vayamos de vacaciones, si nos tienen que atender en la destinación, tengan toda nuestra información. Y surge la pregunta ¿Cómo lo han logrado los bancos y las agencias de viajes, y todavía no la sanidad, que es más importante?

Las razones son múltiples: organizativas, políticas, económicas, tecnológicas y organizativas. En primer lugar, hay que constatar que la información que manejan bancos y agencias de viaje es mucho más simple (dinero, destinos, tarifas…) que la que se maneja en el sector sanitario. En cualquier ingreso hospitalario se pueden generar centenares de parámetros distintos, como las constantes vitales, la medicación, los resultados de laboratorio, diagnósticos y procedimientos. Y no hablamos, aún de forma generalizada, de la información genética y epigenética.

Para que la interoperabilidad sea una realidad existen varios requisitos. En primer lugar, que exista una infraestructura que lo haga posible, como el acceso a Internet con suficiente ancho de banda. En segundo lugar, el software debe ser compatible, es decir, las distintas historias clínicas deben ser capaces de integrar los datos que les aportan otras historias clínicas. Para ello existen una serie de estándares como el HL7 o el CCD para los documentos y su evolución, los estándares FIHR y SMART.

Sobre esta capa tecnológica, se requiere la interoperabilidad del contenido. Como hemos visto, los datos en la historia clínica pueden estar en formato estructurado y no estructurado. Los datos estructurados tienen el potencial de su tratamiento automatizado, y por tanto, deberían ser fácilmente interoperables. Pero para ello se requiere que su estructura sea igual. Las terminologías son las herramientas que permiten que esto sea así. Veamos un ejemplo con el resultado de una determinación de glucosa. No es lo mismo, para un ordenador, que un dato esté etiquetado como “gluc”, que como “glucosa”,o  “glucose”. La terminología, en este caso LOINC, permite que todos los resultados de laboratorio puedan codificarse de manera idéntica, en este caso, LP14635-4. DICOM es el estándar utilizado para el intercambio de imágenes médicas.

En la Unión Europea se están realizando esfuerzos para hacer realidad la interoperabilidad – más consolidada Estados Unidos– a través de la propuesta de estándares comunes. A nivel de España existe el proyecto de la Historia Clínica Digital del SNS, como paraguas para las de las distintas comunidades autónomas.

Cuando nos adentramos en el campo de la documentación clínica (cursos clínicos, notas de evolución, informes de alta…) la situación se vuelve más compleja. Existen terminologías, que permiten, previo esfuerzo de codificación, estructurar su contenido. Las más usadas son la Clasificación Internacional de Enfermedades CIE (ICD en inglés), DSM para salud mental, NANDA NIC-NOC para cuidados de enfermería o WONCA WICC para atención primaria. Algunas son de dominio público, mientras otras requieren el pago de derechos de propiedad intelectual para su uso. 

El intercambio de datos no estructurados se realiza a través de estándares como el .pdf o el .docx. Como hemos visto anteriormente, hay que tener en cuenta que estos datos no podrán ser utilizados, en este formato, por parte de los sistemas de alerta ni estadísticos, a no ser que previamente se estructuren. Por ejemplo, una alergia comunicada en este formato de un centro a otro no activará una alerta. Además, si existe una diferencia en idioma -caso frecuente en Europa- su utilidad queda todavía más limitada. Pongamos el ejemplo de un turista finlandés que acuden por vacaciones a las Islas Baleares y tiene que ser ingresado. Aunque el sistema finlandés fuera totalmente interoperable con el de las islas baleares, si los y los informes clínicos fueron visibles si el médico de las islas baleares no sabe finlandés, difícilmente podrá utilizar esta información. 

Para intentar solventar estos problemas, se está utilizando SNOMED CT . Esta terminología, extensísima, con vocación comprehensiva y clínica -a diferencia, por ejemplo de la CIE, centrada en la estadística-, cuenta con versiones para distintos idiomas con lo que puede ser utilizada como una especie de “Piedra Rosseta” para el tratamiento automático de documentos clínicos, para su traducción y codificación -y consecuente “estructuración”-. 

En resumen, la implementación en un centro de un sistema de información clínico debe tener en cuenta los estándares disponibles, para que los pacientes y profesionales puedan beneficiarse de la interoperabilidad. 

Seguridad y Privacidad

Los sistemas de información sanitaria en tiempos de Facebook y ciberataques

Los sistemas de información clínica deben ser seguros. Por un lado deben estar siempre disponibles (realiability) y por otro deben proteger los datos que contienen de accesos inapropiados (safety –seguridad y privacy –privacidad). En un entorno donde los ciberataques están a la orden del día, ambos aspectos están íntimamente relacionados.

En relación con la realiability, el sistema de contar con los medios que permitan que la información esté disponible siempre que se requiera. Para ello se debe asegurar que la infraestructura técnica funcione, con, por ejemplo, sistemas de alimentación eléctrica y redes de acceso a datos redundantes. A nivel del software, deben existir herramientas y sistemas que impidan el secuestro o destrucción de la información por parte de terceros, como antivirus, cortafuegos (firewalls) y, en el caso de acceso remoto, de redes privadas seguras (VPN).  Además, debe contar con planes de contingencia para cuando lo anterior falla, como puestos con copias locales de los pacientes de la planta y, en último extremo, flujos de trabajo en formato papel. Se requiere, también, una formación periódica de los profesionales para que sepan utilizarlos en caso necesario.

En cuanto a la seguridad y la privacidad, se debe contar con mecanismos que aseguren que solo acceden a los sistemas las personas adecuadamente autorizadas para realizar las tareas asignadas a sus roles. Actualmente se utilizan sistemas físicos, como tarjetas, sistemas biométricos y herramientas de doble autentificación. Tan importante como las herramientas en si, son los procesos que las soportan, teniendo en cuenta que los centros sanitarios trabajan 24/7, de manera que no se de la situación opuesta de que alguien que requiera acceso para realizar su trabajo asistencial, no disponga de él.

La privacidad está regulada en la Unión Europea por el Reglamento General de Protección de Datos de Carácter Personal (RGDP) , transpuesto a nivel español en la Ley orgánica de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales  (LOPD)   En el contexto de los sistemas de información clínico, las ideas clave son:

• Solo se deberá acceder a la información mínima necesaria para la atención concreta en ese momento concreto. Por ejemplo, sería contrario a la ley acceder a partes de la historia clínica que no tengan relación directa con la patología atendida.

• El consentimiento que pueda dar un paciente a la utilización de sus datos para fines no asistenciales, como por ejemplo la investigación, es expreso y específico. Por ejemplo, si un paciente consiente a que sus datos sean utilizados en un ensayo clínico sobre diabetes, esos mismos datos no podrían ser utilizados, sin un consentimiento expreso adicional, en otro ensayo clínico distinto sobre hipertensión.

En Estados Unidos, la privacidad está regulada por la Health Insurance Portability and Accountability Act (HIPAA) . La principal diferencia con la legislación europea estriba en que una vez el paciente ha cedido sus datos a un centro sanitario, este puede hacer con ellos lo que considere oportuno. En este caso, sí que sería posible utilizar los datos de un paciente para realizar con ellos todos los ensayos clínicos que se desearan, sin necesidad de consentimiento expreso adicional. Esto hace que la posibilidad de utilizar la llamada real world evidence (datos obtenidos de sistemas de información clínicos, no específicamente para ensayos clínicos) por parte de la industria farmacéutica, sea mucho más fácil que en Europa.

Sistemas de ayuda a la toma de decisiones clínicas (CDSS)

En 1874 Chomel y Hooker mencionaron el primun non noscere atribuyéndole a Hipócrates. Un siglo más tarde, en 1999, la Academia de Medicina de los Estados Unidos publicó un documento clave en la historia de la calidad asistencial llamado el errar es humano (To Err is Human). Este documento cuantificó la gravedad y el coste enorme que suponía para el sistema sanitario los errores clínicos. Desde entonces los fabricantes de sistemas de información para la salud han intentado focalizar sus esfuerzos en minimizarlos, aportando la información pertinente, en el momento necesario, en el formato adecuado. Así,  cuando las recomendaciones del sistema de información se proporcionan automáticamente como parte del flujo natural de trabajo, la probabilidad que sean seguidas por parte de los clínicos es mucho mayor (Odds Ratio de 112) que si simplemente está a disposición en el sistema (OR 6.3).

Hemos visto como con la evolución de los sistemas de información clínica, se han ido incorporando sistemas de ayuda a la toma de decisiones clínicas más avanzados. Un primer grupo, serían las alertas, que nos advierten en relación con una prescripción que realizamos:

  • por duplicados de órdenes y prescripciones
  • por alergias a medicación y tratamientos
  • por interacciones entre medicamentos
  • por dosis inadecuadas en relación con edad y/o sexo
  • por dosis inadecuadas en relación con signos vitales o resultados de laboratorio 

Otro grupo sería aquel en que se reciben alertas en relación con resultados de diagnósticos complementarios y el registro de constantes vitales

  • por rangos no normales de signos vitales 
  • por rangos no normales en resultados de laboratorio
  • por combinaciones de signos vitales y/o resultados de laboratorio, como por ejemplo el indicador NEWS o la detección del riesgo de sepsis.

Existen además herramientas orientadas a proponer actuaciones, orientadas a disminuir la variabilidad en la práctica clínca:

  • Recordatorios automatizados de actividades cíclicas a realizar, como medida de constantes, realización de curas o valoración de determinada condición del paciente.
  • Care Sets o conjuntos de indicaciones para determinadas situaciones clínicas concretas, basados en la evidencia disponible. 
  • Protocolos, más extensos que los Care Sets, que incluyan intervenciones a lo largo de todo el proceso asistencial.  Por ejemplo, desde el diagnóstico a la rehabilitación, pasando por el preoperatorio, la intervención y el postoperatorio en un proceso de reemplazo de prótesis.
  • Arboles de decisión, o Clinical Pathways, que vayan guiando al clínico, y que incluyan tanto procedimientos diagnósticos como tratamientos, basados en algoritmos previamente diseñados.
  • Asistentes que, en función de los parámetros registrados en la historia, incluyendo el texto libre (y gracias a herramientas de PLN), sugieran diagnósticos diferenciales.

Como podemos ver, para implementar estas herramientas, no solo se requiere de un sistema informático capaz de procesarlas, si no de contenido clínico: los niveles considerados normales, una biblioteca de interacciones y alergias, el contenido de care sets, protocolos, clinical pathways y algoritmos. Si bien este contenido puede ser proporcionado por los propios centros, existen proveedores comerciales del mismo, que incorporan el beneficio de las actualizaciones. Suelen ser empresas vinculadas a las revistas médicas, como BMJ, Elsevier o Wolters Kluwer

Como podemos ver la implantación de estos sistemas tienen implicaciones organizativas y culturales muy importantes. La organización que los implementa ( y el CCIO en particular) deben plantearse cuestiones como ¿Quién provee y mantiene el contenido clínico? ¿Cómo se logra consenso clínico para garantizar la continuidad asistencial entre especialidades y niveles? ¿Qué grado de libertad se da a los profesionales para no seguir las recomendaciones? ¿Pueden delegarse actuaciones en otros niveles profesionales, apoyados por el sistema? ¿Quién monitoriza las alertas para garantizar su uso óptimo? ¿Quién asume las actividades de CRM? ¿Quién y cómo se gobierna, en fin, el sistema de información clínico? ¿Cómo se implementa -y mantiene- el cambio cultural (gestión del cambio)?

Hemos visto como en los sistemas de información sanitarios están en estos momentos empezando a ayudar en la toma de decisiones clínicas. En algunos casos están condicionando que decisiones clínicas se están tomando.  ¿Deben ser, entonces, consideradas como equipos médicos (Medical Devices) y, por tanto, someterse a su marco regulatorio? En la Unión Europea los equipos están sometidos al marcado CE de acuerdo a una legislación específica: la Medical Devices and Invitro Diagnostic Regulation (abreviado como MDR). En Estados Unidos, quien se encarga de esta regulación es la FDA (Food and Drugs Administration), la misma que regula los medicamentos.  

En este contexto se habla del intended purpose o uso previsto. Si la historia clínica se implementa con el propósito del registro, custodia y puesta a disposición de la información, se considera como un equipo médico de tipo I. Si, el uso previsto incluye el tratamiento de información que pueda condicionar el tratamiento de un paciente (el trazado de un ECG que lleva al diagnóstico de un infarto), se considerará de tipo II, lo que requiere seguir un proceso mucho más exhaustivo e implica una responsabilidad mucho mayor del fabricante.

¿Chief Clinical Information Officer?

Si buscamos ofertas de trabajo para Chief Clinical Information Officer (CCIO) o sus versiones Chief Medical Information Officer (CMIO) o Chief Nursing Information Officer (CRNIO), en Linkedin o Glassdoor, veremos como obtenemos muchas respuestas para Estados Unidos (y Medio Oriente) y un vacío casi absoluto en Europa continental.

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Poster en el hospital LSD (Latter-Day Saints) de Salt Lake City, Utah, recordando que el Dr. Homer R. Warmer fue el pionero en utilizar ordenadores en medicina. El primer CMIO. (Actualmente forma parte de Intermountain Healthcare).

Pero ¿que rol es el de CCIO, CMIO o CRNIO?, ¿porqué de esta situación dispar?, ¿hay que hacer algo al respecto?

El CCIO sirve de puente entre el área asistencial y el departamento de sistemas de información. En algunos entornos se llama medical informatics health informatics. En este sentido, o bien son personal asistencial con interés en las TIC, o profesionales TIC formados en informática médica. Sus funciones serían:

  • Diseño e integración de los sistemas de información en el área asistencial, tanto a corto, medio como largo plazo.
  • Analizar el impacto de los sistemas de información en la asistencia.
  • Formar a los profesionales asistenciales en el uso de los sistemas de información.

Su dependencia funcional varía según la organización. En algunos casos depende del Departamento de Sistemas, en otros de la Dirección Médica y en otros de la Gerencia; depende del papel que jueguen las TIC en la estrategia de la organización. ¿Por qué es tan importante?

El ya clásico modelo de calidad Abedis Donabedian establece que, de forma muy resumida, solo lograremos unos resultados óptimos si nuestra organización realiza los procesos adecuados, y eso solo será posible si disponemos de la estructura adecuada que los soporte. La estructura son el conjunto de edificios e instalaciones, equipos médicos, personal y sistemas de información.  En este contexto, en el medio y corto plazo, donde la los edificios e instalaciones se pueden considerar algo estable, la ecuación se puede reducir a personas, procesos tecnología. 

Esta visión lleva implícita que los sistemas de información en salud, cuyo máximo exponente es  la Historia Clínica Electrónica, son mucho más que un repositorio de información, que una tarea burocrática que consiste en escribir informes.  Hoy los sistemas de información permiten dirigir los flujos de trabajo, los protocolos y guías clínicas y cuentan con sistemas avanzados de ayuda a la toma de decisiones clínicas (CDSS), que son imprescindibles para la seguridad, la calidad y la efectividad de la atención.

El CCIO es el rol capaz de actuar en esta intersección, conociendo tanto la tecnologia asistencial como los sistemas de información, siendo capaz de gestionar el cambio (personas), para ayudar a implantar unos procesos seguros y efectivos que obtengan unos resultados de calidad y eficientes.  Esto supone que debe participar en:

  • El proceso de planificación estratégica de la institución, ayudando a la elección de los sistemas de información que estén alineados con los objetivos asistenciales
  • El gobierno de la evolución de los sistemas de información, ayudando a definir y priorizar la evolución del sistema para que den respuesta a los requerimientos de los servicios clínicos en cuanto a seguridad, calidad, efectividad y eficiencia.
  • El diseño de los sistemas p.e. traduciendo los requerimientos asistenciales a las posibilidades y capacidades de las herramientas informáticas.
  • La evaluación de los resultados obtenidos, en cuanto a calidad (p.e. análisis de la variabilidad), seguridad (p.e. efectos adversos), eficiencia y productividad (p.e. tiempo necesario para documentar).
  • La evangelización y la formación en el uso de las tecnologías de la información por parte del personal asistencial, como una herramienta imprescindible para incorporar la evidencia científica y la calidad en la práctica y la gestión clínicas.
  • La incorporación de nuevos procesos que aprovechen las posibilidades de los sistemas de información, con la gestión del cambio.
  • La formación en el uso de los sistemas en el contexto de la práctica asistencial.

¿Existe este rol en España? , pero no está reconocido como tal en la mayoría de casos. Hay muchos profesionales que realizan esta función, pero sin un reconocimiento explícito -salvo excepciones-.

¿Como se adquieren las capacidades y conocimientos necesarios para desarrollar este rol?. En Estados Unidos (AMIA), Reino Unido y Latinoamérica (p.e Chile, Argentina) hay programas específicos de formación. En España no hay. Aun que existen programas de Bio-informática, estos estan orientados a la genómica y a la industria farmacéutica y programas dedicados a la eHealth, un ámbito parcial.

No contar con profesionales formados con este perfil es un lujo que no nos podemos permitir. No se está sacando todo el provecho a las inversiones que se han realizado y se están realizando en los sistemas de información sanitario para mejorar la calidad, la seguridad la efectividad, la eficiencia y la satisfacción de los profesionales, como podemos ver en algunos ejemplos.

Así, si bien las organizaciones sanitarias en España están muy informatizadas, los sistemas con que cuentan y que conocen sus CCIOs, fueron adquiridos hace una década o bien con desarrollos propios. Esto hace que haya una brecha entre las herramientas disponibles, y el conocimiento de las posibilidades que actualmente ofrecen los sistemas de última generación. Por otro lado la aparición de la eHealth (de las apps) ha creado una situación innovación con pies de barro, cuyo síntoma es la pilotitis por la incapacidad de incorporarlas a la práctica clínica generalizada. Finalmente, la falta de formación en gestión del cambio conlleva falta de adopción de los sistemas e insatisfacción profesional.

¿Hay que hacer algo al respecto? Sí. Hay que reconocer  este rol  y crear los programas  de formación necesarios. ¿Quien se apunta?

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Los informes HiT del Observatorio Europeo de Sistemas y Políticas de Salud.

El Observatorio es una asociación entre la Oficina Regional para Europa de la OMS (Organización Mundial de la Salud), los gobiernos de Bélgica, Eslovenia, España, Irlanda, Finlandia Noruega, Países Bajos, Suecia, el Véneto, la Comisión Europea, el Banco Europeo de Inversiones, el Banco Mundial, la Unión nacional francesa de fondo de seguros sanitarios, la London School of Economics and Political Science y la London School of Hygiene & Tropical Medicine.

Los informes HiT ofrecen un análisis sistematizado de los sistemas y las políticas en el ámbito de la salud y que permiten la comparación entre países. Los diferentes apartados que analiza son :

• Indicadores de salud, como la esperanza de vida
• Calidad y seguridad de los pacientes
• Equidad de acceso, es decir, la facilidad para acceder al sistema por parte de todos
• Eficiencia, o la relación entre los resultados obtenidos y los recursos dedicados
• La satisfacción

Se trata, pues, de una evaluación calificada y contextualizada. ¿Y como dicen que estamos?

Indicadores de salud:

El sistema nacional de salud de España (SNS) tiene, en general, una buena nota en cuanto a los indicadores globales de salud, excepto por algunos puntuales.

Así ocupa el 5º lugar en esperanza de vida al nacer (el 3er en mujeres), 4º en esperanza de vida a los 65 años, 4º en años de vida potenciales no perdidos por mujeres, y está por debajo de la media en mortalidad infantil -aunque es el 6º en tasa de disminución desde 1970, es decir, ha mejorado mucho-.

Calidad y seguridad de los pacientes:

La disminución de la mortalidad atribuible a la atención sanitaria (que trataremos en detalle más adelante) entre 1991 y 2005 ha sido del 32% en las condiciones sensibles a la prevención (cáncer de pulmón -por tabaco-, cirrosis -por alcohol- y accidentes de tráfico), el 42.6% en las condiciones sensitivas a la atención médica (enfermedades pulmonares, del sistema circulatorio y cáncer) y el 35% de reducción en los años de vida potenciales perdidos (se calculan partiendo del supuesto de que cualquier muerte antes de los 65 años se prematura ). Todos los indicadores son mejores que la media de la OCDE.

Los estudios comparativos de seguridad tienen problemas metodológicos porque o bien se basan en declaraciones de los propios sistemas (tienen el riesgo de sesgo de parte interesada, a diferencia de si fueran estudios observacionales) o bien se basan en registros administrativos no pensados para eso. Sin embargo, también hay estudios de alcance limitado metodológicamente robustos. El hecho es que en cualquiera de los estudios analizados, los datos de España son mejores.

Equidad de acceso:

La equidad de acceso es la medida la posibilidad que tienen las personas de recibir asistencia sanitaria cuando lo necesitan, independientemente de su capacidad adquisitiva.
El 99% de la población tiene acceso a la atención primaria. El acceso al especialista no está tan bien repartido, porque los médicos de atención primaria actúan de filtro para todos los que acuden al sistema público mientras los que tienen cobertura del seguro privado (o capacidad para pagar de su bolsillo), pueden acceder con más libertad. Esto, que puede parecer una limitación a primera vista, es uno de los puntos fuertes del sistema incrementando su eficiencia y calidad.

Eficiencia.

La eficiencia es la relación entre los resultados alcanzados y los recursos que hemos dedicado para alcanzarlos.
Los recursos que se han dedicado han sido el 8.5% del PIB, la 21 posición. O lo que es lo mismo, un 12% menos que el Reino Unido, el 24% que Suecia o 31% que Dinamarca. Además, durante la última década el crecimiento medio del gasto ha sido del 2.7% anual -la 22 posición-, bastante por debajo de la media de la OCDE que fue del 4.1%. En los últimos dos años, debido al efecto de la crisis, la cantidad absoluta dedicada disminuyó tanto por la caída del PIB como por los recortes del gasto público.

La conclusión que se extrae de ello es que el sistema, en su conjunto es muy eficiente: consigue muy buenos resultados (entre el 3º y 5º lugar), con pocos recursos (entre la 21 y 22 posición).

esperanza-de-vida-y-gasto-sanitario-en-algunos-paises-de-la-ocde

Figure 1: esperanza de vida y gasto sanitario en algunos países de la OCDE

La misma OCDE ha hecho dos pruebas más para analizar la eficiencia. En concreto, la llamada eficiencia de coste y la llamada eficiencia técnica.

La primera, la eficiencia de coste, relaciona la esperanza de vida con el porcentaje del PIB gastado en salud -¡como si sólo dependiera de ello! -. En este caso, España puntúa la 3era posición. Para la segunda, la eficiencia técnica, se relaciona la esperanza de vida con el número de médicos -¡como si sólo dependiera de eso!, también-. En este caso, la posición obtenida es el 8º, algo por encima del promedio.

En resumen: con cualquiera de los métodos que se use, la clasificación es buena. O como dirían los anglosajones, ¡el value for money (lo que tenemos por lo que nos cuesta), es mucho!

Satisfacción.

Aquí es donde el sistema pincha. No estamos tan mal, pero no nos lo creemos. La puntuación sobre la satisfacción con el propio sistema sanitario es del 88%, algo por debajo de la media de los países de la UE.

¿Y de que nos quejamos? Para medirlo está el llamado Barómetro de la Sanidad  , que se elabora desde 1995.

Primero veremos que nos parece bien. En 2009, el 28.1% de la población consideraba que la sanidad era el servicio social más importante. El 68% de los ciudadanos consideraba el sistema bastante bueno, aunque necesitaba pequeños cambios. También se manifestaba preferencia por el sistema de atención primaria pública, las urgencias y los hospitales sobre la atención privada.

Sin embargo, la preferencia por la atención de los especialistas era similar entre los públicos y privados. Los ciudadanos ponían una nota de 7 sobre 10 al trato recibido. En general la gente confía en los profesionales y puntúa bien la alta tecnología y el equipamiento.

Lo que puntúa mal es la información institucional sobre la cartera de servicios en una determinada zona (4.9 sobre 10), la legislación y las políticas (4.4 sobre 10) y, los procedimientos para defender los derechos y expresar las quejas (4.2 sobre 10).

Lo que es destacable es que la buena percepción ha caído 10 puntos en los últimos 7 años, sobre todo por la percepción del empeoramiento de las listas de espera y la aparente incapacidad para solucionarlo por parte de las autoridades. De hecho, la puntuación de las listas de espera es de 2 sobre 10. El tiempo que hacen esperar a los pacientes una vez acuden a la cita es de 4.6 sobre 10, al igual que el tiempo para tener un diagnóstico y un poco más que la lista de espera para ingresos programados (4.4 sobre 10).

Pero es que en este periodo el número de pacientes en lista de espera para ingresos programados se ha mantenido estable en 350.000 (no ha empeorado) y el tiempo medio ha pasado de 81 a 63 días (ha mejorado). Y de estos pacientes en lista, los que tienen que esperar más de 6 meses han pasado del 9.1% al 5%. Si es cierto, sin embargo, que el tiempo y el número de pacientes en lista de espera para recibir atención de los especialistas se ha incrementado. A pesar de los recortes posteriores al estudio, la satisfacción se mantiene.

Las conclusiones son que nos quejamos sobre todo por falta de información. Nos quejamos porque consideramos que el sistema sanitario, los especialistas que nos visitan, no nos dan suficiente información sobre nuestro diagnóstico, sobre lo que nos pasa y nos preocupa. Y nos quejamos porque nos falta información que nos certifique, que sí, que tenemos un muy buen sistema sanitario, y muy eficiente, especialmente si lo comparamos con nuestro entorno.

Siempre hablando de la falta de recursos -con razón muchas veces- pero lo que echamos de menos realmente es información, lo que visto en conjunto, sería lo más fácil, rápido y económico de proporcionar. ¡La falta de guinda, hace que pensamos que el pastel no lo vale!